Gutiérrez Silva, Rodolfo (2021). International institutions and social, economic, and cultural rights. Bogotá: Universidad Cooperativa de Colombia.

El objetivo central del autor es analizar los retos que las instituciones internacionales enfrentan para la protección de los derechos económicos sociales y culturales. Lo alcanza, a través de seis capítulos que abordan la relación entre dichas instituciones internacionales y el ejercicio de los derechos.

En sus dos primeros capítulos, Gutiérrez Silva presenta un acercamiento a un mundo globalizado en el que todo el conocimiento y la tecnología de los que disfrutamos no han permitido disminuir la desigualdad y las situaciones de pobreza a nivel mundial. 

En el plano latinoamericano, la noción del desarrollo está estrechamente ligada con la de seguridad. Tanto así que, mediante varias herramientas muchas veces tecnológicas, el Estado individualista y securitario (individual security State, en palabras del autor) crea una diferenciación entre “ellos” y “nosotros”; entre aquellos que se adecúan al paradigma de lo que ese Estado busca y aquellos que no entran en ese molde; entre los “seguros” y los “no seguros o peligrosos”.

Si bien la noción del poder está presente a lo largo de este planteamiento, el autor reconoce su capacidad liberadora cuando es usado dentro de una lógica de recursividad subjetiva. En ésta, nos reconocemos mutuamente como titulares de derechos basados en la dignidad intrínseca de las personas. Así, se plantea la posibilidad de que, para liberarnos de este Estado individualista y securitista no sea necesaria la fuerza sino que sea posible lograrlo a través de un proceso de auto y hetero reconocimiento. Como menciona el autor en el capítulo II, las crisis ocasionan que las personas veamos más allá de lo individual y pensemos también en una visión social. 

Una vez que plantea este panorama en el que todos los avances científicos y tecnológicos han fallado en eliminar esas situaciones de pobreza y desigualdad, Gutiérrez Silva aborda estos mecanismos internacionales que no han permitido alcanzar ese fin. Estas instituciones internacionales, en sus palabras, están afectadas por la fragmentación, la disfuncionalidad estructural (con la corrupción como uno de sus componentes), la falta de recursos y la falta de capacidad institucional. 

En su segundo capítulo, Gutiérrez Silva cuestiona que las “dislocaciones” (dislocations, en inglés) previstas por Polanyi no fueron tenidas en cuenta por las diferentes instituciones internacionales al momento de plantear los pasos necesarios para alcanzar el desarrollo. Por dislocaciones, según el autor, se entienden las disrupciones del orden social que pueden llegar a separar o dividir las comunidades (por ejemplo, la pobreza, la falta de vivienda, el desempleo…). El Consenso de Washington, afirma, trajo consigo varias dislocaciones debido a sus programas de ajustes estructurales. Y se consideró que algunas de esas dislocaciones eran normales y temporales hasta que el sistema se estabilizase y las obvió bajo el lema de “dolor de corto plazo y beneficio de largo plazo” (“short-term pain, long-term gain”). 

Esas dislocaciones resultaron no ser temporales y causaron más daño que el que había sido previsto. Frente a esto, la sociedad reaccionó y buscó protegerse, afirma Gutiérrez Silva. La respuesta de las instituciones internacionales como el Banco Mundial, con el post Consenso de Washington, fue un pequeño cambio en el discurso en cuanto a la concepción del trabajo con un rol mayor del Estado, un Estado más fuerte con una sociedad empoderada como un elemento fundamental para reducir la pobreza. Desde una perspectiva crítica, el autor plantea que ese discurso no se aleja de las propuestas originales del Consenso de Washington: liberalización, desregularización, privatización y libre mercado. Con este nuevo Consenso, el autor afirma que no se han corregido las dislocaciones sino que se creó un sistema de restricción de derechos y libertades. 

En el tercer capítulo, se presenta un análisis comparado entre el abordaje y práctica de la Organización Internacional del Trabajo y el Banco Mundial sobre el tema de la seguridad social. El autor nos demuestra que efectivamente nos encontramos ante un proceso de fragmentación. Después de la I Guerra Mundial, la comunidad internacional planteó que no era posible alcanzar la paz sin protección y justicia social. La importancia creciente de los derechos humanos se concretizó con la aprobación de varios instrumentos internacionales de derechos humanos y de instituciones encargadas de su promoción. 

La Organización Internacional del Trabajo (en conjunción con lo establecido en el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, así como en la Declaración Universal de Derechos Humanos) considera que la seguridad social es un derecho humano, se enfrenta a otras iniciativas internacionales que no tienen el mismo acercamiento, por ejemplo, el Banco Mundial. Para el autor, el acercamiento de este último confunde caridad con derecho humano a través de estrategias de creación de capital y de crecimiento que no han disminuido los preocupantes niveles de desigualdad. Uno de los problemas fundamentales, es necesario afirmar, ha sido la mercantilización de los derechos al entenderlos como mercancías que implican una erogación de fondos públicos. Concuerda el autor en que los discursos anti pobreza de la OIT y del Banco Mundial se convierten en estrategias de mercado. 

Frente a esto, Gutiérrez Silva plantea que una de las soluciones es la creación de un nuevo contrato social global con los derechos humanos en su centro. Se debería crear y empoderar nuevas estructuras y tratados para tomar en serio los derechos (por ejemplo, la Organización Mundial de la Igualdad o World Equality Organization, en inglés). 

Sobre la creación de tratados para aumentar la protección de los derechos humanos, en el capítulo V, el autor plantea, después de analizar el caso ecuatoriano en relación con la Declaración de Cartagena de 1984 sobre refugio, que la adecuación normativa (inclusión de estándares internacionales en la legislación nacional) no la verdadera y única solución ya que se requiere el acompañamiento por políticas públicas nacionales y regionales. Algunos ejemplos que plantea son la división equitativa de las personas refugiadas entre los países de la región, la armonización de la legislación nacional o la cooperación para el fortalecimiento de capacidades, entre otros. 

Una de las estrategias discutidas en el capítulo IV son los procesos de rendición de cuentas y de monitoreo real de los impactos de las iniciativas impulsadas por las instituciones internacionales. Entendidos como procesos que empoderan a la sociedad civil, se han multiplicado por pedido mismo de las sociedades afectadas como mecanismos de reparación de los impactos negativos de dichos proyectos. Después de analizar dos casos concretos, el autor concluye que existe un muro invisible (o visible) que impide que estos mecanismos creados al interior del Banco Mundial o del Banco Asiático de Desarrollo cumplan realmente con sus objetivos. 

El autor vuelve sobre las dislocaciones en el capítulo VI. Frente a crisis cada vez más complejas, hay que enfrentarlas con cambios estructurales. Se hace una fuerte crítica a las propuestas del Banco Mundial para el sistema de pensiones en los casos de Chile, Colombia y España, desde un acercamiento basado en los derechos humanos. Se demuestra que proveen ayuda mínima, que no tienen a los derechos económicos, sociales y culturales en su centralidad y que no alcanzan a cubrir los mínimos necesarios. 

Los planteamientos de Gutiérrez Silva a lo largo de su texto son interesantes y los justifica a través de varios estudios de casos. Concluye que no es solo la falta de institucionalidad lo que afecta a estas instituciones internacionales sino también la visión individualista capitalista que caracteriza las relaciones sociales y que se reproduce en el seno de dichas instituciones. Esta visión del mundo ocasiona dislocaciones no sólo sociales (pobreza, desempleo…) sino también personales (adicciones, baja autoestima…). Esto divide al mundo entre aquellas personas que viven en “jaulas de oro” (con un cumplimiento alto de sus derechos) y otras que viven en “jaulas de hierro” (con un bajo o casi nulo cumplimiento, en especial, de los derechos económicos, sociales y culturales. 

Si bien el Estado trata de controlar el mercado y eliminar esas dislocaciones, no logra construir un nuevo Pacto o Contrato Social Global que tendría como objetivo eliminar la desigualdad y garantizar el pleno ejercicio de los derechos. Las instituciones internacionales tienden a estar enfrascadas en discursos obsoletos que han tenido consecuencias negativas sobre las vidas de millones de personas. 

El autor cierra su libro con la importancia de la reflexividad interna como mecanismo para mejorar dentro de las instituciones internacionales con el objetivo de discutir qué valores dirigen su trabajo y qué sociedad es la que queremos construir. Esto se podrá lograr si estas instituciones cambian su visión mercantilista sobre los derechos humanos, una visión que les hace tener recelo de usar un acercamiento basado en los derechos humanos para el diseño, implementación y evaluación de sus iniciativas. 

El libro de Gutiérrez Silva es un contundente aporte a la discusión sobre la relación entre derechos humanos e instituciones internacionales desde una perspectiva que critica la mercantilización de los primeros fortalecida (involuntariamente quizás en algunos casos) por las segundas. 


Cita recomendada: María Helena Carbonell Yáñez, «Reseña del libro: “International institutions and social, economic, and cultural rights” de Rodolfo Gutiérrez Silva», IberICONnect, 14 de diciembre de 2021. Disponible en: https://www.ibericonnect.blog/2021/12/resena-del-libro-international-institutions-and-social-economic-and-cultural-rights-de-rodolfo-gutierrez-silva/(abre en una nueva pestaña)

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