
El avance de gobiernos autoritarios elegidos democráticamente y de partidos de ultraderecha que socavan los principios mismos de la democracia constitucional ha reavivado un viejo dilema del constitucionalismo moderno: ¿debe la democracia defenderse de sus enemigos, incluso a costa de suspender sus fundamentos? La pregunta, que parece escrita para el presente, tiene su origen en los años de entreguerras, cuando las democracias europeas se desplomaban ante el avance del fascismo y del nazismo. Fue el jurista y filósofo alemán Karl Loewenstein, exiliado en Estados Unidos, quien acuñó en 1937 el concepto de Streitbare Demokratie, traducido como “democracia militante”. En dos […]


