Palestina e Israel aparecen de manera recurrente en la primera plana de los noticiarios y diarios cada vez que la violencia se intensifica en la región. Una violencia que se nos presenta en muchos casos descontextualizada y que no refleja la fuerte asimetría del conflicto. La última aparición se ha producido este mes de mayo de la mano de los cohetes de Hamás y los bombardeos israelíes en la Franja de Gaza, en una escalada violenta precedida del aumento de la tensión en Jerusalén ante el avance de la colonización en la ciudad y la discriminación de su población palestina, tal y como ocurre desde hace más de 70 años en el conjunto de la Palestina histórica. 

El conflicto que se visibiliza hoy es el resultado de décadas de colonización de un territorio y su población: primero bajo el Mandato británico y después por el Estado de Israel. Estas potencias coloniales han ejercido distintos tipos de violencia para controlar el territorio y subordinar a una población autóctona que se ha resistido al proceso de colonización. Existen dos dinámicas que se trazan a lo largo de todo el recorrido histórico del conflicto y que continúan existiendo hoy día. La primera de ellas es la judaización – israelización del territorio, mediante la instalación de nuevos inmigrantes en la Palestina histórica, lo cual constituye un continuum a lo largo de todo el s. XX y que hoy se manifiesta con la instalación de más de 660.000 colonos en los territorios ocupados en 1967. Lo expuesto constituye un acto ilegal a la luz del derecho internacional y así ha sido reiteradamente condenado por Naciones Unidas. A esta dinámica también contribuye la generación de narrativas que destacan la identidad y la herencia cultural judía sobre el territorio de la Palestina histórica, lo que se plasmó, por ejemplo, en la Ley Básica de 2018 que declaraba al Estado de Israel como el estado-nación del pueblo judío.

Asimismo, se desarrolla una segunda dinámica de manera paralela, que consiste en la desarabización – despalestinización del territorio, limitando la presencia de población palestina sobre el mismo o desplazándola. Así ocurrió durante la limpieza étnica acontecida en 1948 para la construcción del Estado de Israel, la cual supuso la expulsión de la mitad de la población palestina de sus hogares. Ese hecho fue el origen de la problemática de la población refugiada que hoy día está compuesta por más de 5 millones de personas, a quienes Israel les niega el derecho al retorno. Esta dinámica de despalestinización también va acompañada de un proceso de debilitación de la identidad y la herencia cultural palestina como muestra, por ejemplo, el hecho de que el Estado de Israel niegue la identidad palestina al 20% de su población, a la que denomina oficialmente como “ciudadanos árabes de Israel”.

La expansión militar de Israel a partir de su creación en 1948 ha permitido a sus fuerzas controlar la totalidad del territorio de la Palestina histórica en 1967, ocupando desde entonces Cisjordania, la Franja de Gaza y Jerusalén Oriental. El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas ha condenado la misma por ser una violación del derecho internacional, en virtud del cual se prohíbe la adquisición de territorios mediante el uso de la fuerza. Por desgracia, lejos de terminar, las dinámicas de israelización y despalestinización que han acompañado a la colonización se han mantenido y se siguen visibilizando en cada aumento de la intensidad del conflicto en Palestina.

Hace poco, en Jerusalén Oriental, el intento de expulsión de la población palestina del barrio de Sheikh Jarrah por las autoridades israelíes y la sentencia judicial que permitía a colonos judíos ocupar sus casas elevó la tensión en una ciudad. Una ciudad dónde la población musulmana ha visto cómo se le negaba la autorización para concentrarse y celebrar la ruptura del ayuno durante el Ramadán mientras se permitía la realización de marchas de grupos de extrema derecha israelíes como Lehava. Tales acciones evidencian una vez más las prácticas y políticas discriminatorias de las autoridades, quienes privilegian a la población judía israelí sobre la población palestina. Sin embargo, estos hechos desencadenaron una serie de protestas y enfrentamientos que se extendieron por la ciudad y alcanzaron la Mezquita de Al-Aqsa. En respuesta, Hamás aprovechó la situación para cobrar protagonismo e inició el lanzamiento de cohetes, desencadenando la respuesta israelí y el bombardeo de la Franja de Gaza durante 11 días, matando a 232 personas palestinas e hiriendo a más 1.900, según el Ministerio de Salud palestino. Las protestas se extendieron más allá de la Franja de Gaza y de Jerusalén Oriental, alcanzando muchos lugares de Cisjordania y del Estado de Israel, donde se han producido enfrentamientos con las fuerzas de seguridad israelíes y ataques de grupos de extrema derecha y de colonos contra la población palestina.

Lejos de ser una situación excepcional, la violencia que se ha manifestado en mayo es cotidiana y se hace presente en las vidas de la población palestina de manera recurrente aunque no sea visible. Así, por ejemplo, en 2019 no hubo ningún enfrentamiento a gran escala. Sin embargo, la Oficina para Asuntos Humanitarios de Naciones Unidas indica que 137 personas palestinas fallecieron y más de 15.000 resultaron heridas por acción de las fuerzas de seguridad israelíes. En este sentido, es evidente la asimetría del conflicto y el ejercicio de la violencia para el control de una población ocupada que se resiste a la colonización y protesta, en la mayoría de las ocasiones, de forma pacífica. Asimismo, las políticas coloniales de sustitución de población han continuado, desplazando forzosamente ese año a más de 900 personas en Cisjordania, mientras e instalando a 15.000 nuevos colonos según los datos de la organización israelí Peace Now. 

También la población palestina en Israel sufre dicha violencia cotidiana en forma de discriminación constante. Tal y como pone de manifiesto el Centro Legal para los Derechos de la Minoría Árabe en Israel, existen más de 60 leyes que privilegian a la población judía israelí sobre la población palestina. En este mismo sentido, informes recientes de organismos de la ONU como la CESPAO van más allá y afirman que las prácticas y políticas discriminatorias que Israel está desarrollando contra la población palestina son constitutivas del crimen de apartheid.

Como explicaba recientemente Haizam Amirah, Israel no puede ser al mismo tiempo un Estado-nación judío, tener un carácter democrático y controlar todos los territorios de la Palestina histórica. Esto genera contradicciones y resistencias que se manifiestan en la cotidianeidad de la violencia ejercida contra la población subordinada.


Cita recomendada: Hidalgo, Diego Checa. “Violencia, Colonización y Apartheid En Palestina-Israel.” IberICONnect,  13 de julio 2021. https://www.ibericonnect.blog/2021/07/violencia-colonizacion-y-apartheid-en-palestina-israel/.

 

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