El pacto de Nunca Más establece que ningún contexto puede justificar el terrorismo de estado. Como afirmaba Carlos Nino “Nadie, por más elevada que sea su meta, está por encima de la ley para decidir sobre la vida o la muerte de sus semejantes, como un mero medio hacia esa meta.” El Nunca Más es, inherentemente, un bien público ya que nadie puede ser excluido de disfrutar de los beneficios de vivir en una sociedad en la que el terrorismo de estado está vedado. Además, que una persona disfrute del beneficio de vivir en una sociedad con tales características no priva a otras de hacerlo. El Nunca Más es un bien colectivo.

Para personas como yo, que nacimos cuando la última dictadura militar argentina, la recuperación de la democracia, los juicios a las Juntas y el trabajo de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) ya habían sucedido, el Nunca Más es un bien público heredado. Quienes trabajaron en la recuperación de la democracia nos legaron la posibilidad de vivir en una sociedad donde existen garantías de que el terrorismo de estado y las atrocidades ocurridas durante la dictadura no se repetirán. Como herederos, dicho legado nos obliga a contribuir al mantenimiento de la vigencia del Nunca Más. Es algo que le debemos tanto a aquellos que nos legaron el bien como a las generaciones futuras. A los primeros, por respeto hacia su sacrificio y esfuerzo. A los segundos, dado que el Nunca Más intentó beneficiar no sólo a aquellos que vivieron la recuperación de la democracia y a nosotros sino también a las nuevas y futuras generaciones.

Existen, al menos, dos modos de deshacerse o destruir un bien público que, para cumplir con nuestra obligación de contribuir al mantenimiento su vigencia –en este caso del Nunca Más–, debemos repudiar. El primero, y más grave, consiste en tratar de, directamente, eliminarlo o menoscabarlo. El spot publicado por el gobierno de Javier Milei titulado “Dia de la Memoria por la Verdad y la Justicia. Completa” es un ejemplo de esto. El spot muestra parte del contexto que precedió a la dictadura militar queriendo o bien equiparar la violencia ejercida por las organizaciones terroristas con el terrorismo de estado, o bien justificar este último por la existencia de una violencia terrorista precedente. Es nuestro deber repudiar este tipo de materiales, aún más si están patrocinados por el gobierno, dado que son incompatibles con el pacto que prescribe que ningún contexto puede justificar el terrorismo de estado.

El segundo modo de poner en peligro a un bien público tiene lugar cuando se lo intenta privar de sus características. Esto ocurre cuando un grupo hace que el bien público sea excluyente, es decir, “construye una cerca” a su alrededor de manera que solo los miembros de ese grupo pueden identificarse como los genuinos guardianes, productores y beneficiarios del bien. Esto ha hecho el kirchnerismo con relación al pacto de Nunca Más. Durante los gobiernos kirchneristas se han puesto en prácticas numerosas e importantes políticas tendientes a reparar muchos de las injusticias causadas por la dictadura militar. Por ejemplo, se sancionaron leyes necesarias para reabrir numerosos juicios contra los militares, se instauró como feriado nacional al 24 de marzo como “Dia de la Memoria por la Verdad y la Justicia”, se sancionaron nuevas leyes reparatorias a víctimas de la dictadura e, incluso, se construyeron sitios de memoria como la ex ESMA, entre otras. Todas estas medidas eran, desde mi punto de vista, necesarias para poder reparar aquella injusticia y, asimismo, contribuir a mantener presente la idea de que el terrorismo de estado está vedado en Argentina. 

Sin embargo, el modo en que el kirchnerismo llevó adelante estas políticas es problemático. Al ignorar o minimizar políticas llevadas adelante desde gobiernos democráticos anteriores, particularmente durante la presidencia de Alfonsín, construir un recuerdo donde el peronismo fue de modo casi exclusivo la principal víctima de la dictadura, y trazar una línea de continuidad entre las víctimas de ese terrorismo de estado y, exclusivamente, el kirchnerismo, se ha delineado una frontera que permitía considerarse como guardián y productor del bien sólo a aquellos que compartían cierta identidad o, al menos, la totalidad de este modo de reconstruir la historia. Por supuesto, esto no es tan grave como querer eliminar o deshacerse del bien público. Sin embargo, al llevar adelante políticas tendentes a mantener la vigencia del pacto de Nunca Más del modo en que lo hizo el kirchnerismo, es decir, dotándolo de ciertas características que hacían que sólo algunos puedan identificarse como  guardianes  y productores del bien, lo han hecho menos robusto. Han hecho que un gran sector de la comunidad comprometida con la idea reflejada en dicho pacto encuentre serios obstáculos para colaborar con su mantenimiento y, por tanto, al quitarle robustez, han hecho que el pacto de Nunca Más esté más cerca de romperse. Esto es algo que también debemos repudiar.


Cita recomendada: Santiago Truccone, «¿Qué nos exige el Nunca Más?», IberICONnect, 19 de mayo de 2024. Disponible en: https://www.ibericonnect.blog/2024/05/que-nos-exige-el-nunca-mas/

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